Una
multitud de niños, saltando como ranitas en un tobogán inflable y gigantesco,
ingresaron ayer –como por el túnel del tiempo– a los hechos fundacionales de la
historia argentina: la Revolución de Mayo, la Independencia, la Batalla de San
Lorenzo. De la mano de Zamba, el dibujo animado del canal Pakapaka,
corroboraron con una sonrisa en los labios que San Martín nació en Yapeyú,
Corrientes, y no en España aunque haya recibido allí su educación cívica y su formación
militar. La clase de historia, a veces a cielo abierto, otras bajo techo y con
videos didácticos, se dicta desde ayer en Tecnópolis 2012, la megaferia de
ciencia, técnica –y muchas cosas más–, que seguirá abierta en forma
ininterrumpida hasta octubre en el predio ubicado en Villa Martelli. Con
maquetas gigantescas del Cabildo o de la Casa de Tucumán, desde donde los
próceres, dibujados en colores vivos, saludan como si fueran estrellas de rock,
los chicos, bajo el cálido sol y el viento helado, deliraron con “cruzar los
Andes”. En la llamada Plaza de la Libertad conocieron a otros héroes
legendarios, Simón Bolívar, José de Artigas, y se toparon con figuras
entrañables de la política argentina, como Eva Perón, y otras siempre
controvertidas pero imposibles de soslayar, como Rosas, Yrigoyen, Perón o
Sarmiento.
Un San
Martín parado en la cima de la “montaña”, con el sable corvo en su mano
izquierda, marca el camino a seguir. El relato histórico no ahorra críticas al
primer triunvirato por su tibieza en la decisión de terminar con la dependencia
de España. Los pibes siguen los distintos relatos y los videos con la atención
que casi nunca prestan en la clase de historia.
El recorrido infantil, a metros del Cabildo, ingresa más tarde en un bosque Jurásico ocupado por Triceratops horridus (horrible rostro de elefante) y Spinosaurus aegypticus (reptil espinoso de Egipto), junto con el infaltable Tiranosaurus rex (rey de los reptiles tiranos).
Todos los
mastodontes impactan por su sonrisa Colgate de dientes perfectos y enormes, sus
rugidos de ficción y sus movimientos animados que los convierten en casi
reales. Dos hermanas comentan entre sí el aspecto fiero del Argentino saurus,
oriundo de Plaza Huincul, y el miedo que les provoca su presencia, aunque se
trate de un malo de utilería. La menor de las chicas, comenta aliviada: “Menos
mal que ahí dice que es herbívoro”. La mayor igual sigue pensando en lo peor:
“Mirá si piensa que somos dos plantas de lechuga”. Se miran, y luego de
desechar para siempre la idea de que pueda comerlas o pisarlas, se ríen.
Donde no había muchas risas era en el interior de la pequeña habitación, con dos largos bancos ocupados por unas veinte personas por turno, donde se reproducían imágenes tranquilas, provincianas, de la plaza 25 de Mayo, en San Juan, en la mañana del 15 de enero de 1944. El paso de los mateos y los sulkis, y de algunos pocos “modernos” automóviles, se conmueve por un movimiento sísmico de tres minutos, que simula el terremoto que ese día destruyó la capital provincial.
El simulador cuyo diseño mecánico es obra del ingeniero Carlos Guevara, de la Universidad Nacional de San Juan, y cuya construcción fue hecha por la empresa Bdtec S.R.L. de Bariloche, hace temblar Tecnópolis, mientras se mueve la araña y titilan las luces. Al final, una voz intenta poner calma: “Si hoy hubiera un sismo semejante, la ciudad de San Juan está mejor preparada para resistirlo”.
En otros rincones del extenso recorrido, hay lugar para conocer algo más sobre la forma de vida, las labores cotidianas y las maravillas de barro, producto del trabajo de los pueblos originarios de Catamarca, la Patagonia y el sudeste del país. El paseo por los pueblos mapuches, tehuelches y guaraníes, entre otros, queda cerca de una maqueta de la famosa Cueva de las Manos, a la que se llega siguiendo el río Pinturas, en la provincia de Santa Cruz. La réplica en miniatura de este sitio declarado Patrimonio de la Humanidad, les permite a los niños dejar estampadas sus manos en las paredes de ficción.
La de ayer fue una jornada que centró la atención en los más pequeños, que llenaron la mayoría de los sitios disponibles. Ellos pueden jugar con autos teledirigidos o tomarse fotografías en el Cuarto de Espejos de Leonardo Da Vinci. Aquel que entre al cubículo y cierre la estrecha puerta, tendrá que enfrentarse con su rostro y su cuerpo diseminado en decenas y decenas de reproducciones de sí mismo a través de los ocho espejos entre los que quedará rodeado.
También
se divirtieron con piezas de ajedrez de su mismo tamaño, montadas sobre ruedas.
Uno de los pibes le encontró la justa definición: “Es un ajedrez chocador”. Y
así lo usaban, para chocar peones con alfiles, reyes con torres, en broma, sin
buscar el jaque mate. Tecnópolis, como en su primera edición, comenzó con gran
afluencia de público.
Por Carlos
Rodríguez
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